El presente artículo aborda una trilogía de ideas y reflexiones en
torno al tópico de la "pedagogía informacional", intentando plantear una
nueva hipótesis educativa ante la sociedad del conocimiento. En la
primera parte, se proponen las discusiones de los escenarios educativos
actuales; en la segunda, una reflexión más densa sobre un modelo
pedagógico alternativo: la "pedagogía informacional", y el artículo se
cierra con una tercera parte en la que se presentan algunas incidencias
de la propuesta pedagógica en el ámbito educativo.
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1.
| El escenario: modelos pedagógicos e información |
En la vorágine de las encrespadas aguas informáticas comienza a emerger
una considerable y preocupante cantidad de ofertas de educación a
distancia por Internet. Algunos la llaman educación telemática, otros,
educación virtual o digital. Lo cierto es que Internet, como medio o
herramienta, posibilita la capacidad de movilizar información,
documentos, imágenes y guías didácticas que permiten establecer una
"relación" educativa entre tutores y alumnos, más allá de las barreras
espaciales y temporales.
Pero como suele suceder, en el amplio escenario de la oferta educativa,
comienzan a pulular cursos, diplomados, maestrías y doctorados a
distancia que poseen un carácter más mercantil que académico, lo cual
invita a la reflexión, profundización y conocimiento.
Efectivamente, Internet puede ofrecer y garantizar estudios de alta
calidad –tanto o más que la oferta presencial– siempre y cuando la
seriedad de los programas esté respaldada por ciertos criterios
institucionales, empezando por el prestigio de la institución y
siguiendo por la calidad de los tutores; pero, sobre todo, en educación
telemática lo más importante es el "modelo pedagógico". ¿Qué significa
el modelo pedagógico? La configuración de una plataforma web que no sólo
integre los espacios tradicionales de aulas y bibliotecas virtuales,
sino que además cuente con diseños de guías didácticas para la
orientación que eviten el "naufragio" en la navegación, y el hecho de
que dichas guías estén sustentadas en una concepción psicopedagógica
coherente y en un manejo versátil, mediante tutores especializados.
La educación telemática o a distancia por Internet,[1]
bajo el rigor de un programa serio y honesto, es tan exigente como la
educación presencial. En general, la evaluación en estos programas se
constituye a partir de los foros debate por correo electrónico, lo que
supone dedicar tiempo suficiente a las lecturas del curso para acceder
al conocimiento necesario y participar demostrando los propios puntos de
vista; por otra parte, la variada participación de personas en los
debates, que se encuentran en escenarios geográficos distintos y
distantes, enriquece la experiencia del aprendizaje, que es
sustancialmente dialógica y constructiva y aprovecha los entornos.
Pero con el advenimiento de las nuevas tecnologías y su implacable
persecución en todos los ámbitos, el sector educativo ha sido uno de los
más acorralados; en efecto, la conjugación telemática-educación es
fundamental en la sociedad global, pautada por los paradigmas de la
información, del conocimiento y del aprendizaje permanente.
La primera pregunta que se plantearon los expertos en pedagogía y
didáctica fue sobre el "lugar" de la telemática en el proceso de
enseñanza-aprendizaje; algunos teóricos pensaron que era un "contenido"
fundamental del currículum, mientras que otros plantearon su visión
"instrumental", es decir, la consideraron como recurso de apoyo
educativo. En el fondo, la discusión consistía en si la telemática era
medio o fin. Para no hacer larga la historia, el consenso generalizado
se fue inclinando hacia la visión de las nuevas tecnologías (Internet,
correo electrónico, multimedia, vídeo, etc.) como herramientas de apoyo
para facilitar los aprendizajes.
En un segundo momento, se planteó la compatibilidad de la telemática
con los enfoques psicopedagógicos, particularmente con las teorías que
están en boga: constructivismo (Vygostky), conversación (Pask),
conocimiento situado (Young) y acción comunicativa (Habermas).
Considerando las variables de estas teorías se concluyó que la
telemática se articulaba con los enfoques psicoevolutivos y
psicopedagógicos por las siguientes razones: sobre el constructivismo,
partiendo de los tres elementos fundamentales de toda situación de
aprendizaje –contenidos (QUÉ aprende el alumno), procesos (CÓMO aprende)
y condiciones (ENTORNO que facilita su aprendizaje y EXPERIENCIAS)–, se
puede concluir que, por ejemplo, Internet y sus recursos amplían la
capacidad de interacción personal con estos elementos. Con la teoría de
la conversación de Pask, que supone que aprender es por naturaleza un
fenómeno social, existe también compatibilidad por la red de relaciones
que ofrecen las nuevas tecnologías. La teoría del conocimiento situado
de Young señala que el conocimiento es una relación activa entre el
individuo y un determinado entorno, y además el aprendizaje se produce
cuando el aprendiz está envuelto activamente en un contexto complejo y
real; en este caso también Internet propicia innovadores entornos. Y
finalmente la teoría de acción comunicativa de Habermas, sustentada en
el rigor, la racionalidad y la crítica, impulsando cierta capacidad de
expresarse, hacerse entender y actuar coherentemente, también es
congruente con las aristas de la telemática y sus recursos lógicos.[2]
La salvedad que vale la pena señalar es que las nuevas tecnologías
aplicadas a la educación, especialmente Internet, ofrecen "realismo" y
no "realidad". Esto significa que queda pendiente un imperativo ético
como responsabilidad de la persona para ensamblar el andamiaje de la
información y el conocimiento con las circunstancias históricas. De
hecho, lo mismo ocurre con los aprendizajes tradicionales: se corre el
riesgo de que se queden en teoría, en las aulas, en las bibliotecas y en
los laboratorios.
La efectividad pedagógica de las nuevas tecnologías demanda la
desmitificación de al menos tres aspectos: a) que la computadora va a
ahorrar trabajo, b) que la computadora va a sustituir al profesor y c)
que Internet y la cultura digital van a hacer desaparecer a los libros.
Todo ello es falso: a) elaborar materiales didácticos en multimedia da
mucho trabajo, b) la afabilidad humana es insustituible y c) los libros
estarán ahí, necesitan ser subrayados, diagramados y palpados. En este
contexto y desde esta perspectiva, Internet es efectiva pedagógicamente
para hacer que aparezcan nuevas formas de trabajo grupal y asincrónicas,
ya que posibilita nuevos vehículos de información más veloces y
simultáneos que superan los obstáculos de tiempo y espacio, y permite
utilizar más y mejores recursos: bases de datos, museos, software,
bibliotecas digitales, redes especializadas, multimedia, fotos
digitales, revistas electrónicas, buscadores, tutoriales, FTP, Clip-art,
shareware, etc.
Más allá de Internet y de los modelos pedagógicos, existe otro factor
importante asociado a las nuevas tecnologías de la información y las
comunicaciones (NTIC): la información, es decir, el ente articulador –y
epistemológico– entre los usuarios educativos y los ordenadores. En
efecto, una de las mayores preocupaciones actuales de los sistemas
educativos, en los países desarrollados, es el acceso y la producción de
"información". Así lo demuestra el libro Las fuentes de información, estudios teórico-prácticos, publicado recientemente en España,[3]
que presenta la producción colectiva de un grupo de distinguidos
catedráticos, coordinados por Isabel de Torres Ramírez, de la
Universidad de Granada. La obra se divide en cuatro apartados: el
primero aborda la recuperación de la información y sus fuentes; el
segundo trata sobre la búsqueda de la información; el tercero presenta
los instrumentos para identificar, localizar y evaluar la información, y
el cuarto termina con instrumentos específicos para la identificación
de repertorios, catálogos, bases de datos y redes.
Si el conocimiento es poder, lo que alimenta el apetito epistemológico es la información. Umberto Eco, en su obra El péndulo de Foucault
escribe: "[...] no hay informaciones mejores que otras, el poder
consiste en ficharlas todas, y después buscar conexiones".
Efectivamente, en las sociedades informacionales –o más desarrolladas–,
la lógica política y económica se sustenta en una innovadora trilogía:
el capital debe ser el humano, el sistema de producción debe estar
organizado sobre un aparato de conocimiento e información, y la materia
prima es consubstancial y paradójicamente conocimiento e información. En
este contexto, el desarrollo científico se desenvuelve en estas mismas
coordenadas, y desde la información de los códigos genéticos hasta los
microprocesadores de las nuevas tecnologías están embriagados de
información y conocimiento.
Si la información es el hecho que comunica (Recueil de documentation et information,
ISO, 1998) y es, a su vez, proceso y resultado (el hecho de comunicar
algo y el resultado de esa comunicación), y por ende genera una
modificación mental, podemos decir que tiene mucho que ver con lo
educativo. Por cierto, el proceso de enseñanza-aprendizaje, desde la
perspectiva docente, implica facilitar el acceso a nuevos conocimientos
utilizando diversas estrategias didácticas de información (libros,
separatas, artículos, enciclopedias, Internet, etc.). Desde el punto de
vista del estudiante, por otro lado, implica construir nuevos
conocimientos utilizando experiencias cotidianas y conjugándolas con la
información que brinda el docente y con otros medios.
En la actualidad, a pesar de nuestras carencias, es absurdo imaginarnos
una educación mediocre, ya que las fuentes de información cada vez más
nos acorralan e inundan. Nuestro problema no es la falta de información,
sino que la mayoría de docentes no canalizan adecuadamente el potencial
latente de información que nos rodea. Hoy en día tenemos vertiginosos
medios de comunicación por Internet, particularmente de prensa escrita,
que circulan hasta el último rincón del país; además contamos con
infocentros y cibercafés en todos los departamentos, y poco a poco los
ciudadanos caen en la cuenta que es mejor invertir en un PC que en otros
aparatos triviales.
En una hora de navegación –cuyo coste es igual a una cerveza, un
paquete de cigarrillos u otro gasto recurrente– podemos acceder a un
mundo insondable de información que enriquece nuestros conocimientos,
bien sea para preparar una clase o para complementar una tarea. El
problema crucial de nuestra realidad educativa puede tener dos
vertientes: por un lado, el desconocimiento de cómo utilizar la
información en el proceso de enseñanza-aprendizaje, yendo mucho más allá
de los tradicionales libros de texto e incorporando otras fuentes de
información más "seculares" o menos tradicionales y, por otro lado, la
falta de conocimiento sobre el uso de nuevas tecnologías de la
información y comunicaciones, concretamente de Internet y el correo
electrónico.
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2.
| Pedagogía informacional: enseñar a aprender en la sociedad del conocimiento |
Los antecedentes propuestos en la primera sección no agotan o resuelven
algo más profundo: ¿cuál es el modelo pedagógico que demandan las NTIC y
la sociedad informacional? En efecto, el giro copernicano que se vive
en las sociedades actuales y la transición de la era postindustrial a un
escenario global pautado por lo informacional demandan un nuevo sistema
educativo, tal como señala el sociólogo Sergio Vilar: "La sociedad en
que vivimos, especialmente sus centros de enseñanza, se encuentran
anclados en una vieja racionalidad: la que dimana de la lógica
aristotélica, la de las divisiones metodológicas cartesianas y la del
determinismo newtoniano...más que una reforma de la enseñanza, es
necesaria una revolución del pensamiento, en la elaboración de nuestras
construcciones mentales y en su representación. En pos de esas
finalidades, la conjunción de las nuevas tecnologías con métodos
transdisciplinarios es la que puede ofrecer una inteligencia estratégica
y a la vez estrategias inteligentes ...".[4]
Esta revolución del pensamiento, que implica una verdadera
transformación educativa, no puede sustentarse en los enfoques
pedagógicos tradicionales; en efecto, los grandes cambios educativos
empiezan en el aula, en una relación pedagógica definida entre el
docente y sus estudiantes. El punto de partida es pedagógico.
A lo largo de la historia educativa de la humanidad, la concepción de
pedagogía como universal ha evolucionado, condicionadamente, por los
andamiajes sociales, culturales e ideológicos de los pueblos. La
pedagogía pasó de un servicio doméstico –de la sociedad esclavista
griega– a un modus operandi de transmitir formalmente conocimientos para
preservar la cultura o un orden social establecido –sistema educativo.
Sin embargo, todo enfoque pedagógico ha contado con un adjetivo
circunstancial determinado por los énfasis de la comprensión educativa;
así, por ejemplo, Pedagogía del oprimido, de Freire, denunció la "educación bancaria", dando pautas para plantear una "pedagogía de la liberación".
Las teorías o corrientes pedagógicas han oscilado en enfoques más o
menos centrados en el docente o en el estudiante. Con todo, en la
actualidad, ante las encrespadas aguas de la globalidad, las sociedades
se debaten en la transición para llegar a constituirse en sociedades
informacionales, sociedades del conocimiento o sociedades del
aprendizaje, sustentadas en la vorágine de las nuevas tecnologías de la
información. Ante estos retos es necesario replantear el quehacer
pedagógico como base educativa para formar al ciudadano de estas
posibles ciudades.
En los análisis sociológicos actuales (Castells, Cornella, Vilar, entre
otros) se pone de manifiesto la "sobreinformación" y las
"infoestructuras";[5]
es más, se despliegan las nuevas ecuaciones para pensar en estas
sociedades informacionales considerando las economías informacionales y
la cultura de la información; asimismo, se definen las nuevas
habilidades informacionales (literacy skills) yuxtapuestas y
análogas a las emergentes manifestaciones de los "analfabetismos
funcionales" (informático, idiomático e informacional).
Estos escenarios demandan una nueva arquitectura educativa que apunte al aprendizaje de por vida (lifelong learning)
y apueste por él, lo que implica entablar una nueva hipótesis
educativa: enseñar a aprender y sobre todo utilizar adecuadamente la
información en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Se plantea entonces
una nueva hipótesis, un nuevo enfoque para comprender el quehacer
educativo llamado pedagogía informacional, ante el cual los
docentes y estudiantes deben asumir un nuevo rol de "mediaciones" entre
la experiencia humana y la información existente, y sobre todo caer en
la cuenta de que la información debe ser punto de partida y de llegada
en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Desde esta perspectiva, un macrosupuesto de la pedagogía informacional
radica en que los verdaderos rendimientos educativos para responder a
las exigencias de aprender para toda la vida implican el uso de la
información en todas sus dimensiones: acceso, análisis, interpretación,
evaluación, producción, etc. Pero este nuevo paradigma no es en sí mismo
una respuesta teorética, sino que cuenta con implicaciones prácticas de
carácter laboral. Por ejemplo, cada vez más la generación, proceso y
transmisión de la información configura los sistemas productivos,
financieros y políticos, y en el campo laboral, más allá de las leyes de
retorno decreciente de los tangibles, los "trabajadores del
conocimiento" acceden a más y mejores empleos, ya que la sociedad
industrial, con sus aparatosas maquinarias y líneas de obreros inmensas,
da paso a la cultura del microchip, de la información, de la telemática
y de la robótica, en donde predomina la información y el conocimiento
como el capital por excelencia.
La pedagogía informacional, por su propia conceptualización, está
íntimamente relacionada con las tecnologías de la información y las
comunicaciones (TIC). Efectivamente, tal como señala Berta Sola Valdés,
"el impacto de las nuevas tecnologías en el área de la información y la
comunicación nos lleva a reflexionar sobre los métodos y procesos
educativos [...]; el potencial que ofrece Internet para la educación es
enorme si tomamos en cuenta que para el sistema educativo lo más
importante es la información y el conocimiento".[6]
Pero, ¿cuál es la relación entre esta teoría pedagógica y la sociedad
informacional? Tal como señala Carlos Frade –citando a Castells–, la
sociedad informacional es "una forma específica de organización social
en la que la generación, el procesamiento y la transmisión de la
información se convierten en fuentes fundamentales de productividad y
poder".[7]
De ser así, los centros educativos, y en ellos las aulas, y por ende
sus docentes y estudiantes, deberán asumir que la información es lo
crucial y el punto neurálgico para articular los sectores educativos y
productivos; es decir, el sistema educativo debe preparar ciudadanos
para estas nuevas formas de producción y de poder. Sobre esto escribe
Cornella en su ensayo que "una población educada es parte de la política
industrial" de una nación, y señala que las políticas educativas deben
perfilarse hacia el enfoque competitivo de la economía nacional.
Asimismo, citando al premio Nobel Gary Becker (1997), Cornella argumenta
que la educación de la población es el mejor "salvavidas" de una
economía; en este contexto, toda inversión en educación es un "seguro"
frente a la fragilidad de las burbujas especulativas y bursátiles.
Ahora bien, el reto siguiente será conceptualizar los límites y
alcances de lo informacional como tal. Definir la categoría
informacional nos remite automáticamente a la concepción de información,
término que posee dos vetas hermenéuticas: por un lado, el valor
estadístico que designa el grado de probabilidad de que un fenómeno se
produzca dentro de un sistema; por el otro, el valor de significación,
que permite descodificar un determinado fenómeno e inquirirlo. Desde
esta perspectiva, la información para ser "tratada" requiere
conocimiento o capacidad epistemológica, lo que permite su
descubrimiento e interpretación. La información y su entorno
informacional, es decir, las diversas fuentes –Internet, bases de datos,
medios de comunicación, la realidad misma, los aportes de las ciencias,
libros, revistas–, en la actualidad desbordan la capacidad de
asimilación humana y pueden llegar a producir una verdadera
"infoxicación" (Cornella). Esta complejidad de fenómenos estadísticos y
significativos posibilitan un espectro, ante el cual los aprendices o
estudiantes orientados por el docente pueden entablar un verdadero
diálogo y construir aprendizajes significativos, mediante metodologías
innovadoras, tales como seguimientos temáticos informacionales
(portafolios), búsquedas especializadas, redes de trabajo temáticas,
microbases de datos según asignaturas, lecturas digitales alternativas,
foros y discusiones virtuales por medio de lecturas digitales,
conceptualizaciones icónicas con imágenes digitales, uso de prensa
digital, entre otras.
El clásico y lancasteriano "yo enseño, tú aprendes" y todo su entorno
comienza a ceder espacios a un nuevo paradigma, en el que, tal como
describen Coderech y Guitert, "las nuevas tecnologías, específicamente
los sistemas telemáticos, son medios interesantes para introducir
pedagogías alternativas y potenciar cambios en las estructuras
educativas".[8]
Desde Freire hasta nuestros días el avance y la innovación en materia
pedagógica ha sido relativamente lento, teniendo en cuenta el dinamismo
científico en otras áreas. Cuando actualmente se propone la concepción
de pedagogía informacional, lo más cercano al concepto –como
antecedente– que encontramos es el trabajo de María Adélia Aparacida de
Souza (profesora de la Universidad de Campinas, Brasil), que presentó el
informe "Pedagogía cidadã e tecnología da informação: um projeto piloto
para a periferia sul da ciudade de São Paulo";[9]
no es casualidad que esta propuesta surja en Brasil, y que en su base
tenga una plataforma de movimientos sociales y populares –siguiendo a
Freire. El objetivo fundamental del proyecto es "aprovechar las
posibilidades tecnológicas disponibles para difundir la información,
generar demandas y, con ellas, estimular un diálogo más objetivo y
consecuente dentro de la comunidad, y de ésta con las instituciones
públicas y privadas que ofrecen y gestionan servicios de interés
colectivo. Además, se busca instituir un proceso pedagógico, de modo que
valorice la memoria de las luchas urbanas de los movimientos sociales.[10]
Para De Souza lo importante de su plataforma es acceder a una
información válida y confiable, sin filtros previos, pero, además, la
información es la estrategia clave y fundamental de la nueva dinámica
social.
Sin lugar a dudas, cuando se propone una pedagogía informacional desde
América Latina, no podríamos obviar los aportes y fundamentos
metodológicos de Freire, ya que estamos ante un nuevo fenómeno de
alfabetización –funcional. Según Freire, la alfabetización tradicional,
por la que él abogó, suponía "un aprender a escribir su vida, como autor
y como testigo de su historia"; dicho de otro modo por él mismo:
"alfabetizar es concienciar".[11]
En la actualidad sucede lo mismo. Tenemos la imperiosa necesidad de
tomar conciencia de las coordenadas de la sociedad del conocimiento, y
además la tarea de crear, administrar, seleccionar, procesar y difundir
información,[12] como una herramienta fundamental para el desarrollo educativo.
"Una vez más los hombres, desafiados por la dramaticidad de la hora
actual, se proponen a sí mismos como problema. Descubren qué poco saben
de sí, de su puesto en el cosmos, y se preocupan por saber más. Por lo
demás, en el reconocimiento de su propio saber de sí radica una de las
razones de esa búsqueda. Instalándose en el trágico descubrimiento de su
poco saber de sí, hacen de sí mismos un problema. Indagan. Responden y
sus respuestas los conducen a nuevas preguntas. El problema de su
humanización, a pesar de haber sido siempre, desde un punto de vista
axiológico, su problema central, asume hoy el carácter de preocupación
ineludible" (Freire, 1969). Estas palabras de Freire, con las que inicia
su Pedagogía del oprimido, tienen en la actualidad una peculiar
vigencia, no sólo por el poder la información en relación con el destino
del cosmos, sino por el desbordamiento de la información que ha
agudizado la crisis de identidad, y por ende el surgimiento de las
nuevas "prescripciones" y "adherencias" que configuran los escenarios
globales.
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3.
| Incidencias del enfoque pedagógico en lo educativo |
La predestinación educativa, cada vez más, se encamina a una
comprensión pautada por las NTIC, el conocimiento, la información y las
capacidades autónomas y permanentes de aprendizaje; por ejemplo, al
observar las recomendaciones estratégicas del Informe de la Comisión al
Consejo y al Parlamento Europeo, "Concebir la educación del futuro y
promover la innovación con las nuevas tecnologías" (Bruselas, 2000),
descubrimos los siguientes tópicos: 1. Valorizar el capital de
conocimientos; 2. Estimular la observación y uso de las tecnologías; 3.
Formular una visión compartida; 4. Desarrollar análisis prospectivos; 5.
Gestionar y promover la innovación; 6. Emprender experiencias
innovadoras; 7. Favorecer el desarrollo de la calidad, y 8. Reforzar la
cohesión social. Dicho de otro modo y de forma sintética: ingresar al
umbral de las ideas, por medio de las TIC; ello se puede lograr desde
una pedagogía informacional, análoga y consecuente con las sustantivas
ideas que orientan el devenir educativo hacia las sociedades del
conocimiento, del aprendizaje y, sobre todo, a la sociedad
informacional.
A continuación presentamos las incidencias de la pedagogía
informacional en la hiperestructura educativa, es decir, en los grandes
bloques sistémicos que comprenden lo educacional: currículum, escuela,
docente, estudiante, evaluación, didáctica y entorno.
Currículum. Las tendencias curriculares contemporáneas giran en
torno a diferentes corrientes y/o teorías, entre las cuales se
encuentran las siguientes: conversación de Pask, constructivismo de
Vygostki, conocimiento situado de Young, acción comunicativa de
Habermas, orientación cognoscitiva de Kholberg, y no hay razón para no
agregar a esta enumeración la visión informacional planteada a partir de
la obra de Castells. Asimismo, los enfoques educativos, desde el punto
de vista estructural, cada vez más se inclinan hacia los siguientes
supuestos: a) los nuevos enfoques sobre los aprendizajes (aprender a
aprender, aprender toda la vida y aprender a conocer, ser, hacer y
convivir);[14] b) el advenimiento y uso de las NTIC; c) trabajo en redes y clusters; d) complejidad e incertidumbre; e) los nuevos analfabetismos funcionales (literacy skills), y f) la información y lo informacional.
Teniendo en cuenta que el currículum debe responder a tres preguntas
fundamentales, ¿qué se aprende?, ¿cómo se aprende? y ¿cuál es el entorno
de aprendizaje?, y a la vez debe considerar factores condicionantes
(social, histórico, económico, político, filosófico y científico) y
condiciones sustanciales (antropológica, epistemológica, psicológica,
biológica), se puede llegar a definir un conjunto de fundamentos
curriculares que sustentan un modelo innovador llamado "modelo
curricular para la sociedad del conocimiento", el cual tiene como centro
a la colectividad –o redes– de estudiantes, quienes están
circunstancialmente condicionados por el uso de NTIC, la información y
el conocimiento, factores que articulan con la realidad global en todas
sus expresiones.
En este contexto, la definición curricular puede tomar en cuenta cuatro
importantes factores, asociados entre sí e interrelacionados
dinámicamente:
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- El aprendizaje centrado en las redes de estudiantes.
- La información como fuente del aprendizaje.
- El conocimiento como punto de llegada y punto de partida.
- Las NTIC como medio o instrumento articulador, entre todo lo anterior.
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Escuela. ¿Cómo se debe concebir el centro escolar ante la
pedagogía informacional? Ante todo, como una comunidad de aprendizaje –o
en aprendizaje–, es decir, organizada en equipos de trabajo, que
permitan administrar y mediar la sobrecarga de información existente, no
sólo en el ámbito de la ciencia, sino por lo que respecta a toda la
información que puede generar un valor agregado en el proceso de
enseñanza-aprendizaje.
En este contexto, la escuela debe transformarse en un "centro de acopio
informacional", y debe destinar un espacio central –¿la biblioteca?–
como depósito y fuente de información, que se articule con el docente,
con los estudiantes y con el aula. En este contexto, y desde esta
perspectiva, el liderazgo de la dirección para orientar el curso
informacional y para exigir o evaluar la producción de información local
es de vital importancia, porque, en efecto, no se trata solamente de
recibir y administrar información, sino también de crear o producir
nueva información como principal producto del quehacer educativo local.
Dicho de otro modo, se trata de "interactuar" informacionalmente con el
entorno, con las fuentes documentales, con las ciencias y con los medios
de información, en una relación dialógica que implique recibir y
producir información, lo que exigirá crear en la escuela una
infoestructura, o una plataforma informacional. Si no hay producción de
información, la escuela se transforma en un ente mimético que reduplica o
repite un saber ante el cual se desconoce su origen, y ello es sinónimo
de pobreza, subdesarrollo y exclusión.
Docente y estudiante. El docente ante la pedagogía informacional
debe transformarse en un pedagogo investigador, que debe propiciar
aprendizajes significativos en una verdadera mediación entre: 1. La
experiencia de los estudiantes; 2. La información existente, y 3. La
producción colectiva de nueva información. En efecto, "los nuevos
entornos de enseñanza-aprendizaje exigen nuevos roles en los docentes y
estudiantes. La perspectiva tradicional en educación superior, por
ejemplo, del docente como única fuente de información y sabiduría y de
los estudiantes como receptores pasivos debe dar paso a papeles bastante
diferentes. La información y el conocimiento que se puede conseguir en
las redes informáticas en la actualidad es ingente".[15]
Estos nuevos paradigmas exigen al docente actual acceder a nuevas herramientas (literacy skills)
informáticas e idiomáticas, y sobre todo crear nuevas estrategias para
acceder a la información pertinente y oportuna, y para comunicarse –en
redes– con otros docentes, de modo que se trabaje en nuevos equipos
digitales.
Por su parte, los estudiantes deberán dejar la pasividad tradicional y
transformarse en un agente activo en la búsqueda de información. Además,
deberán trabajar colectivamente en equipo intentando en todo momento
acceder a la información pertinente, administrar e interpretar la
información y, sobre todo, "crear" información.
Finalmente, sobre el tema de docentes y estudiantes desde la
perspectiva informacional, habría que plantear la idea de aprendizaje en
entornos virtuales, es decir, educación telemática, en donde los
actores protagonistas están distantes y utilizan la red de Internet como
herramienta de comunicación. Desde esta perspectiva, la tradicional lectio
se disipa e ingresan en la arquitectura educativa cuotas más amplias de
responsabilidad, autonomía y principalmente de información pertinente.
Evaluación. Los procesos de evaluación educativa tradicionales
se pueden definir, en términos generales, bajo las siguientes
coordenadas: 1. Sólo se evalúa al alumno; 2. La evaluación se centra en
los resultados; 3. Sólo se evalúan los efectos observables; 4. No se
contextualiza la evaluación; 5. Se evalúa para controlar; 6. Se utiliza
la evaluación como instrumento de poder; 7. Se evalúa para preservar, y
8. No se propicia la evaluación honesta.
En este contexto y desde esta perspectiva, los procesos evaluadores se
debaten entre una búsqueda obsesiva de confiabilidad y validez, y unas
metodologías que ostentan cierto cientificismo centradas en el
instrumento (medición), pero dejando de lado factores fundamentales en
torno al objeto de evaluación.
Generalmente, las definiciones de evaluación apuntan a tres vertientes y
apuestan por ellas: obtención de información (medición) + juicios de
valor (contra un baremo) + toma de decisiones (asignar un código
hermenéutico de nota) (Terri D. Tenbrink, María Antonia Casanova),
aunque en la práctica lo que predomina es el cúmulo de información
–muchas veces mal obtenida y mal medida– para elaborar juicios de valor
subjetivizados y luego no tomar decisiones coherentes.
En nuestro espectro cultural evaluador se manejan dos constantes que
muchas veces se confunden: evaluación y medición. Incluso, dada la
influencia estadounidense, se comete un error gravísimo cuando se
traduce el concepto assesment, cuyo significado es "valuación"; y aquí es importante detenerse momentáneamente: measurament es "medición", assesment es "valuación" y evaluation
es "evaluación". Nuestro enfoque pedagógico exige centrarse en la
valuación, en los juicios de valor, lo cual es más amplio y considera
otras variables menos visibles pero existentes, circunscritas a la
realidad que debe ser evaluada. En general medimos, y sobre los datos
estadísticos sacamos conclusiones, pero no consideramos el entorno
inmediato que determina a los alumnos o escuelas que se evalúan. Desde
este punto de vista, tenemos que romper con los cánones tradicionales
centrados en la "nota"; la evaluación como proceso formativo y sumativo
supera el establecimiento de un signo matemático. Más bien, la
evaluación es un proceso análogo al propio aprendizaje y como tal debe
considerar otras variables, como la madurez, la responsabilidad, la
integridad, etc. Ciertamente, es necesario valuar la calidad de
información que se maneja y la calidad de información que se produce.
Didáctica y entorno. La didáctica de la pedagogía informacional
asume todos los recursos asociados a la información, entre los que se
destacan: Internet, medios de comunicación, libros, CD-ROM y otros datos
estadísticos y significativos que están en el entorno aportando algún
indicio informacional. Sin embargo, no es novedoso que ello sea
información. Lo que sí cambia es el lugar de estos referentes, ya que la
pedagogía informacional exige que estos recursos ingresen al aula y se
conviertan en una plataforma para el proceso de enseñanza-aprendizaje.
La información, desde el punto de vista didáctico, incluye los datos
tangibles e intangibles que posibilitan nuevos conocimientos, o bien la
base sobre la cual se piensan, discuten, analizan y proponen ideas y
proyectos. Dicho con otras palabras, ya no basta con que exista un libro
de texto y un retroproyector de acetatos para desarrollar una clase;
ahora se necesitan: a) los diversos partes noticiosos para discutir la
problemática social, cultural, económica y política; b) los motores de
búsqueda para acceder a información pertinente y a antecedentes sobre el
tópico estudiado; c) el correo electrónico para comunicarse con más
eficiencia; d) la creación de redes de trabajo para optimizar los
grandes volúmenes de información; e) los espacios virtuales o digitales
para registrar o discutir la información, y f) la creación de una nueva
cultura académica sustentada en el aprendizaje permanente; entre otras
formas o expresiones didácticas.
Internet e investigación. Sin lugar a dudas, una de las
principales tareas educativas es la investigación, o al menos el fomento
de la investigación; desde los niveles básicos, pasando por el medio
hasta el superior, la investigación como sinónimo de producción de
conocimiento o de información es crucial. Generalmente se hace
investigación bibliográfica, básica, aplicada, experimental,
etnometodológica, estadística o de campo, y en cualquiera de los casos
siempre será necesario recurrir a fuentes de respaldo, bien sea para
consolidar antecedentes, para fundamentar los problemas o para teorizar.
Asimismo, tradicionalmente utilizamos como fuente de consulta las
bibliotecas y, por tanto, los libros. Sin embargo, en la actualidad,
bajo el enfoque informacional, Internet nos abre nuevos espacios y
horizontes insondables para acceder a más y mejor información.
Una de las herramientas más poderosas para la investigación, utilizando Internet, son los motores de búsqueda –browsers–,
que se dividen en cuatro tipos: lógicos o booleanos, de proximidad, de
existencia y de exactitud. Existen buscadores muy conocidos: Yahoo,
Altavista, Metacrawler, Google, entre otros; encontramos además motores
de búsqueda especializados o también llamados buscadores de buscadores,
tales como Guíame, Studyweb, Image Search, entre otros, y una categoría
más, los multibuscadores, los cuales permiten búsqueda simultánea, como
por ejemplo Euroseek, All4one, Metacrawler, Savysearch, Metasearch,
Alleurope, Copernic´99, Infoseek Express. Los motores de búsqueda, bien
utilizados, nos llevan a bases de datos, revistas, journals, bibliotecas y un sinfín de sitios estratégicos que pueden nutrir la investigación del docente y del estudiante.
Para utilizar correctamente los motores de búsqueda como una estrategia
informacional se debe planificar la búsqueda mediante una estrategia
adecuada, estableciendo una agenda que responda, más o menos, a estas
preguntas: ¿qué busco?, ¿cómo lo busco?, ¿dónde lo busco?, etc. Por
ejemplo, cuando iniciamos una búsqueda temática, es prudente elaborar un
listado de términos asociados; si utilizamos buscadores booleanos,
podemos incorporar recursos estratégicos para mejorar la búsqueda, como
aplicar Y, para integrar dos variables; NOT, para excluir variables; OR, para ampliar; +, para asociar; *, para relacionar. También se puede utilizar la búsqueda por campos (autor, AU=; título, TI=; revista, JN=; año, YR>=since; materia, SU=; palabra clave, KW; texto completo).
Acto educativo. El aforismo de que "no hay educación sin el
comportamiento reflexivo" podría poner en discusión nuestro discurso, ya
que en no pocas oportunidades se ha planteado el tema de la educación
telemática como expresión de lo informacional; en efecto, es imposible
educar cuando no hay relación humana, aunque la virtualidad, si bien no
ofrece realidad, sí que ofrece realismo –posibilita la relación en
determinados espacios que permiten la creatividad y la innovación, con
lo que da el respectivo constructivo protagonismo al estudiante.
Asimismo, la virtualidad informacional posibilita asincronismo en el
marco de relaciones comunicacionales personales y colectivas (al menos
en la UOC, la plataforma informacional permite estas experiencias).
En la formación virtual el acto educativo debe estar asociado a un
principio fundamental: nadie enseña, alguien puede aprender; y es que,
ciertamente, si el centro del modelo o protagonista debe ser el
estudiante, más aún en la formación virtual, en donde casi todas las
responsabilidades están delegadas al discente. Sin lugar a dudas, este
protagonista –el estudiante– y el escenario –la plataforma virtual–
requerirán una buena planificación para el aprendizaje y buenos
materiales que faciliten y orienten el proceso.
Un medio educativo nuevo –como lo es Internet– requiere estrategias
nuevas, entre las cuales –pensando en el acto educativo– se encuentran
una serie de círculos concéntricos al estudiante, en que destacan la
tutoría, los materiales educativos digitales, las bases de datos, las
bibliotecas, las comunidades virtuales de aprendizaje (Rheingold), hasta
llegar a otros horizontes más presenciales que permitan consolidar los
procesos, como las prácticas, las experiencias de trabajo o bien los
encuentros casuales entre estudiantes y tutores no formales.
En síntesis, el acto educativo como voluntad consciente de educación de
profesores y de estudiantes sí encuentra en la Red una arquitectura de
espacios muy amplios para enarbolar una educación de calidad, ya que la
Red misma, bajo la acepción que se ha presentado, es el lugar fontanal
de la informacionalidad, y a su vez herramienta, vehículo y subtensión
de posibilidades para la educación del futuro.
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4.
| A modo de conclusión |
Sin lugar a dudas, desde los tres puntos de vista planteados, la
conclusión apunta a señalar el significativo valor de una pedagogía
informacional asociada al uso de las nuevas tecnologías de la
información y las comunicaciones (NTIC), pero más que un medio
didáctico, las NTIC representan un nuevo escenario para comprender el
fenómeno educativo, que implica una nueva cultura organizacional y
pedagógica.
Las NTIC superan la visión reductiva de comprenderlas como un
instrumento excepcional en la educación; poco a poco avanzan invadiendo
la privacidad de los espacios educativos tradicionales, de modo que
empiezan a ser utilizadas en las prácticas cotidianas del docente. Así,
el uso de correo electrónico, de los motores de búsqueda y de chat con
fines educativos, ya se incorporan en la planificación didáctica
tradicional, y en algunos sistemas se comienza a pensar en la educación
digital –o virtual– como medio de actualización y capacitación
permanente, e incluso como medio de desarrollo académico profesional
accediendo a grados y posgrados, con lo que se revoluciona la concepción
pedagógica tradicional.
No obstante, ante la vertiginosa velocidad de los cambios educativos, y
ante el avance de las NTIC, cada vez más se debe desarrollar el
pensamiento educativo, es decir, es necesario definir las aristas de la
pedagogía y de la didáctica en toda su comprensión. Dicho de otro modo,
repensar la pedagogía y la didáctica para la educación telemática e
intentar crear una pedagogía alternativa... una pedagogía informacional.
La cautela, ante las brechas y limitaciones, debe ser un paso previo
fundamental. Si bien el desarrollo de una sociedad informacional se
percibe en el horizonte cercano, no debe olvidarse que tras la vorágine
tecnológica y de desarrollo están las personas, y en este mundo de
relaciones humanas debe privar un marco axiológico sustentable. De
hecho, es así como el carácter o talante de lo "pedagógico" humaniza lo
"informacional", y no se trata de una dicotomía, sino de una unidad
sustantiva entre la persona y sus principales características
taxonómicas. En efecto, cuando hablamos de racionalidad ello supone la
intelección de la información, o bien, la interpretación, codificación,
creación, reflexión y discusión sobre tópicos informacionales; la
persona, en esencia, tiene conciencia histórica debido a su capacidad de
crear, conservar y manipular información; somos cada vez más seres
informacionales. Hoy por hoy, parafraseando a Descartes, podemos
asentir: "Me informo y luego existo". Una persona aislada de lo
informacional puede sobrevivir en las rutinas y oscilaciones de lo
cotidiano, pero no puede dialogar con el devenir de la nueva sociedad
que se está forjando y emancipando sustentada en el conocimiento, el
aprendizaje permanente y el desarrollo tecnológico.
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